sábado, 28 de abril de 2012

Feladora entregada

Hace unas semanas me contactó por el blog una chica que se presentaba como "feladora entregada". Como título de película me causó buenas sensaciones, así que decidí conocerla y ver si realmente su entrega era tal.

Tras las charlas de rigor y un par de cafés, enseguida entendí sus necesidades que se resumen en dos puntos básicos:

  • Le gusta vestir bien pero en privado le gusta sentirse despojada de sus ropas, ser despeinada y sentirse fea.
  • Se considera mujer romántica, que desea gustar y ser tratada con cariño en público, aunque acepta ser sometida en privado y sentirse entregada.
Le propuse algo sencillo. Le comenté que viniese a nuestra cita bien vestida, maquillada y peinada, pero sin depilar ni rasurar, al natural.

La cita empezó cordialmente en el hall de un hotel, como una pareja más, tomando algo en el bar, y empezando con algunos besos apasionados, algún tocamiento en sus muslos, una caricia, etc.

Tras la copa subimos en ascensor a la habitación, donde le subí la falda y toqué su coño peludo. En ese momento le bajé las bragas hasta los tobillos y ella se las sacó para inmdiatamente metérselas en la boca. Así fuimos hacia la habitación, ella como una señora, con sus bragas en la boca, detrás mio. No nos cruzamos con nadie, así que abrí la puerta y la invité a entrar.

Al girarme y cerrar la puerta vi que ella se había arrodillado y estaba en posición de súplica. Me resultó una idea atractiva y adecuada, para una sumisa. Así que la felicité. La mantuve en esa posición, sin decirle nada mientras fui a echar una meadita. Al salir me dediqué a urgar en sus genitales.

Lo llevaba todo al natural, peludita, como le había indicado, el coño, el culo, le bajaba el pelo por los muslos. La azoté. No dijo nada. Le repliqué, qué se dice? Gracias mi Señor, acabó diciendo.

Bien. La hice levantar para olerla bien, su cuello, su pelo, sus brazos... Ella miraba hacia abajo así que le dije - bésame como si fueras mi mujer.

Ella sin dejar de mirar al suelo se acercó ante mi, levantó la cabeza y tímidamente empezó a mirarme, volviendo la mirada al suelo de vez en cuando. La agarré de los mofletes, le levanté la cara y le dije: - Ahora eres mi esposa. Compórtate como tal.



Ella asintió, me miró, acercó su boca a la mia, se puso de puntillas y se fundió en un beso apasionado, mientras mis brazos la tomában, la aariciaba la espalda, el culo y el pelo.Metió su lengua en mi boca y debo reconocer que me gustó su atrevimiento, que correspondí en un abrazo más pasional. De puntillas hizo saltar sus zapatos de tacón y quedó descalza abrazada a mi cuello.

Me di la vuelta, quedando ella despojada de calzado y algo despeinada. Me senté en la butaca de la habitación.

- Desnúdate mujer. - Le dije.

Ella se ruborizó un poco y empezó a qutarse el vestido. Lentamente le repliqué, sensualmente. erotízame con tu cuerpo mientras te desnudas...

Quedó en sujetador y medias de liguero, sin bragas. La obligué a acercarse y a echarse sobre mi en la butaca.

La toqué lascivamente, la volví a besar, lamer su cuello, meterle mano en su culo, su coño peludo. Vi sus axilas sin depilar también. Hbía hecho un buen trabajo, no se había depilado nada...

La eché al suelo y la acabé de desnudar yo con muy poco tacto, quedando totamente desnuda, despeinada, vejada. Noté que disfrutaba, sus ojos dilatados, incluso mantenía una cara de satisfacción inusual en una sumisa en ese estado.

La maniaté y le apliqué un artilugio para inmovilizarla. La eché sobre la cama y me puse a ver la tele, mientras tocaba su cuerpo cálido, desnudo y atado, a mi antojo.

Cuando me cansé de tele, la miré desnuda, echada en la cama, despeinada y empecé a decirle lo peluda que estaba. Ella asintió y se atrevió a hablarme, diciendo que si yo deseaba podría rasurarla. Me pareció buena ieda, así que la llevé al baño, la metí en la bañera, la remojé con agua calentita, mientras la bañera se llenaba. La desaté de su prisión y me metí con ella y la cuchilla de afeitar que venía con el set de la habitación y los minibotes de jabón que el hotel proporciona a sus clientes.

Le hice levantar los brazos, le aplliqué un poco de jabón y le rasuré las axilas. Hice lo mismo con sus piernas y finalmente su coño y su culo. Una vez rassurada, estuvimos en el agua, donde ella se ofreció a hacerme una felación. Asentí mientras ella se trabajaba mi polla con sus boca de mamona.

Al salir, nos secamos y la monté en la cama como si fuera mi mujer. Le busqué el orgasmo por portarse bien y ella me dio las gracias al acabar.

Al día siguiente me envió un mensaje diciendo que quería otra vez. No tuve más remedio que acudir a la cita y disfrutar.