viernes, 10 de enero de 2014

Dominando a Marta

Se trata de una de mis experiencias más gratificantes, es por ello que quería compartirlo con todos vosotros y todas vosotras, sobretodo con mis experiencias de pintor "amateur" de vecinas. Algo que he hecho durante algunos veranos, como bien sabeis mis seguidores más aferrados.

Hará unos ocho años y en pleno agosto no se me ocurrió otra cosa que aceptar un trabajo de verano durante tres días para pintar el piso de la amiga de mi madre, una tal María.

Me encargué de buscar cinco bidones de pintura blanca y unas brochas y sin apenas haber pintado en mi vida me lancé a la labor veraniega de pintar su piso.

María tiene una hija, entonces yo tenía 27 años y su hija, Marta, 32. Ella me ayudó en algunas tareas, como retirar algunos muebles y colocar papeles entre los dos para ir tapando muebles, puertas y ventanas.

Me di cuenta de lo buena chica que era y enseguida nos caímos bien, sobretodo cuando ella llegaba de la playa por el mediodía, con unas amigas y tras una ducha de rigor tenía la voluntad de ayudarme con el trabajo sucio.

El primer día fue para retirar muebles y tapar con periódicos todo aquello que podía ser manchado de pintura, no obstante ya pinté el pasillo y los techos de los baños y la cocina. Me fuí a casa con un dolor de cervicales tremendo de mirar hacia arriba con la alargadera y la brocha.

Al día siguiente empecé con la pintura en serio y me sorprendió ver a Marta en casa. Estuvimos charlando un buen rato mientras su madre no estaba y al al poco seguí con mi tarea de la pintura.

La noté algo rara, pero tuvo la amabilidad de preparme un bocata para desayunar que agradecí de muy buen grado. La mañana pasó y una habitación quedó bien pintada, dando además una segunda mano a los techos y al pasillo. A la hora de comer me fuí para casa.

Por la tarde al llegar, Marta estaba con su madre acabando de comer y yo empecé con lo que tenía entre manos. Su madre nada más acabar fue a pasear con unas amigar, una actividad que hacía cada día.

La tarde fue corta y ese día finalicé la habitación principal y una tercera más pequeña. Así que me dispuse a irme para casa. Me fuí a la primera habitación que pinté y allí empecé a cambiarme de ropa.

La cosa fue rápida y sin darme cuenta, con los pantalones medio subidos, levanto la cabeza y veo a Marta en el arco de la puerta de la habitación mirando. Una mirada seductora había en aquéllos ojos que hicieron ruborizarme en cero coma.

Ella se aventuró a decirme sólo una cosa:

- Si quieres, ya sabes dónde estoy.

Y de inmediato salió de la habitación y yo proseguí con mi vestimenta, con la cara ardiendo y más roja que un pimiento. ¿Qué quería decir con eso? Ni idea... Siempre he sido un poco corto para estas cosas, pensé.

Tras acabar de vestirme la llamé por la casa pero no me contestó. Eché un ojo a la cocina y a las habitaciones recién pintadas. No estaba.

Me acerqué a la suya que era la única que no iba a pintar debido a que la habían pintado de otro color hacía pocos meses y encontré la puerta medio cerrada. La volví a llamar, indicando que iba a irme ya. Ella tenía la llave para abrirme.

- ¿Hola? , dije en su puerta- ¿Estás ahí?. De pronto se aclaró la voz con una pequeña tos, por lo que adiviné que sí estaba allí.

- Marta. ¿Puedes abrirme la puerta? Ya he acabado.

No dijo nada.

Piqué un poco en la puerta pero estaba casi abierta. Se deslizó y acabó abriéndose.

Vi a Marta en su portátil, escuchando música con los cascos, Me percaté de un dibujo que tenía sobre el escritorio. Era el símbolo del icono circular de sumisión. Lo había impreso y estaba elaborando un colgante con unos avalorios metálicos y cuero.

Al notar que se abría la puerta se giró, se quitó los cascos y me dijo:

- Me encontraste, al fin. - dijo ella sin ocultar lo que estaba haciendo.

- Sí, claro... No me contestabas, así que he tenido que buscarte.

Se levantó de golpe, cogió las llaves que estaban sobre su escritorio y me dijo:

- Lo has hecho bien...

- Bien?- dije yo.

- Sí.- dijo ella.

- No entiendo.- Repliqué.

- Todo ha quedado muy bien pintado.- dijo ella.

- Así es. Espero que también le guste a tu madre.

Me abrió la puerta y al despedirnos me alejé unos metros. Me llamó justo antes de picar el ascensor y mirándome fíjamente me soltó otra frase incoherente:

- Ya lo has visto, y yo también.

- ¿Cómo? - Dije yo.

- Haz lo que tengas que hacer. - Inmediatamente se metió en casa y se acabó la conversación.

Me fui para casa. Esa noche pensé en esa situación y me pareció subrealista. Me surgieron multitud de preguntas: ¿Era sumisa? ¿Quizá le gustó el símbolo y no sabía qué era? ¿Qué quería decir con aquellas frases? ¿Sabía que lo había visto? ¿Lo había preparado a propósito para que lo viese? Si había sido así, ¿Esperaba que un Amo al verlo supiese qué debía hacer? Era el caso! ¿pero cómo domar a la hija de la amiga de mi madre? ¿Y si luego todo resulta una confusión?

La chica me gustaba. Siempre me han gustado las mujeres mayores que yo y, siendo gordita como era, realmente el prototipo de mujer que me atrae más.

Decidí probarla y ver si realmente ella deseaba someterse a mí. Así que elaboré para el día siguiente algo sutil, realmente del nivel que lo había preparado ella, ya que finalmente entendí que bien podía ella haberlo preparado todo para mostrar su rol ante mí, sin ser demasiado directa y explícita, había sido inteligente.

Al día siguiente, con el objetivo de finalizar la pintura del piso me dispuse a ir a casa de la amiga de mi madre . Era lunes y María trabajaba, yo ya lo sabía, así que me encontré con Marta de nuevo. Nada más verla Marta llevaba atado al cuello el colgante que había elaborado la tarde anterior.

Era algo muy sutil, disimulado. Sólo alguien amante del BDSM entendía qué era el símbolo. Ella también debía saberlo, pensé de nuevo.

Nada más entrar en casa vi que habían limpiado mucho, algo que me supo mal porque tenía previsto hacerlo esa mañana. Sólo me faltaba repasar y dar alguna mano de pintura adicional, para poner muebles después.
En la casa sonaba la canción de ACDC, For Those About To Rock. We salute you. Ella vestía de negro, casi como una chica gótica, pero sin maquillar.

- No sabía que te gustaba ACDC.- le dije.

- Sí, me gusta el rock y el heavy desde siempre. - Me contestó ella.

- ¿Ah sí?. Yo toco la guitarra eléctrica cuando tengo un rato.- le dije.

- Un día debería enseñármelo.- concluyó ella.

¿Ha dicho "debería"?, pensé yo... Eso me ha parecido. ¿Realmente ha dicho "Un día debería enseñármelo" ? ¿Enseñarle el qué? ¿La guitarra? ¿cómo toco? ¿cómo puedo tocarla? ¿a la guitarra? ¿o a ella? Otra vez preguntas en mi mente.

- Veo que está todo limpio. - dije al fin.

- Sí, ayer le dije a mi madre que estaría bien empezar a dejar todo lo que ya estaba pintado, limpio.

- Déjame poner los muebles entonces. Pensaba limpiar yo durante esta mañana.- le dije.

- Bueno... -dijo ella- así podrás hacer otras cosas, no? - aclaró ella.

Sí, sí. otras cosas, pensé para mi interior.

De nuevo esa linda_mirada se fijó en mis ojos y tras aguantarle la mirada finalmente cedió y bajó los párpados. ACDC sonó como una explosión en la radio y un grito del cantante pareció romper nuestro silencio.

Ella se dirigió a un lugar indeterminado de su casa y yo empecé a mover muebles, sin cambiarme de ropa, puesto que no quería manchar ninguno, ahora que no tenían plásticos ni papeles por encima.

Inicié mi plan y moví el mueble del comedor con una distribución diferente y colgué los cuadros de otra manera. Esa esa mi excusa. Fuí a la cocina y cogí un trapo.

- ¿Marta? Ven un momento, por favor. Quiero enseñarte algo.

Ella apareció de su habitación y le dije:

- Tengo una sorpresa para tí.

- ¿Ah sí? - pareció sonreir...

- Sí, he hecho algún cambio en el comedor. Pero quiero que sea una sorpresa. Déjame que te ponsa esto en los ojos para que no puedas verlo aún.

- Vale! - aceptó ella.

Le vendé los ojos y pareció que aquello era el inicio de algo especial, puesto que no encontré ningún inconveniente por su parte. Una vez sin visión, la llevé al comedor y ella de pie en el centro puso las manos a la espalda, esperando.

No hice nada. Silencio.

Pasaron unos veinte segundos y seguí callado, sin moverme.

Ella permanecía quita, de pie, en silencio y con las manos detrás.

Medio minuto.

Un minuto.

Un minuto y medio.

Ya era mía...

Nada más pensar en eso ella lentamente acercó una mano a su colgante y lo acarició para posteriormente volver a poner la mano detrás de la espalda.

Así me gusta, pensé internamente, manteniendo el silencio.

Tras un par de minutos en total silencio empecé a caminar a su alrededor intentando hacer ruido de pasos con los zapatos y de forma muy lenta.

Ya no hay duda. Se está entregando.




PD.- Especialmente pensado para mi linda_mirada.

viernes, 3 de enero de 2014

Sin pensarlo, me convierto en voyeur

Esto ocurrió en noviembre, en esa semana en que se tiró lloviendo tres o cuatro días. Estaba yo leyendo un libro en casa y con la lluvia tan pancho que decidí acercarme a la playa a ver cómo estaba el mar de revuelto. Me acerqué a una playa de Gavà, ciertamente alejada de vida y me llevé el libro para seguir leyendodentro del coche, en plan relax.

Estuve un ratito leyendo y al cabo de poco, otro coche que estaba allí aparcado arranca y hace algún movimiento extraño acercándose al mío. En paralelo, aparece un tío por su ventanilla y me dice: - Voyeur?

- Ein?

Pues eso, una pareja allí en la playa en el coche. Y por algún motivo buscaban un voyeur. Pues nada, nada, les dije que sí.

Pues nada, abrieron los cristales y me dejaron ver. Ella le chupaba la minga y él hacía ver que le gustaba.

Creo que fue cosa de 5 minutos, hasta que él se corrió y se largaron sin decir nada.

No tuve tiempo ni de cerrar el libro.

Creo que esta es la experiencia sexual más triste de mi vida, pero... Ahí queda. Ja ja.

Eso sí, la chica, una veinteañera rubia teñida, tenía unos pechos fabulosos.

Saludos!